La vigésima victoria consecutiva en el Vicente Calderón fue posible gracias al gol de Diego Costa, que se está convirtiendo cada día que pasa en un jugador importante dentro de la plantilla del Cholo. El Atleti salió con todo, a excepción de Filipe Luis que estaba sancionado (Cisma ocupó su lugar) y de Tiago. Simeone decidió devolver la titularidad a Mario Suárez, probablemente para celebrar su inclusión en la convocatoria de Vicente Del Bosque para el amistoso ante Uruguay.
El partido fue aburrido, soporífero, adormecedor... hasta que entró Diego Costa. Adrián, el del Betis, no el del Atleti, estuvo muy acertado durante los primeros arreones atléticos. En dos ocasiones evitó el gol de Arda Turan y en otra, con una palomita, consiguió que Gabi no abriese el marcador. Tuvo un par de ocasiones el Betis, la más clara tras un error de Godín en el fuera de juego que salvó Juanfran.
En el minuto 55 se produjo el cambio. El cambio de Adrián por Diego Costa. El cambio de un gran jugador desconocido y de capa caída por un desconocido que quiere reivindicarse como gran jugador. El brasileño vive un momento dulce y tardó cinco minutos en marcar. Radamel Falcao, que volvía tras su lesión, disparó desde su casa y obligó al portero bético a despejar a córner. Koke sacó de esquina y Diego Costa cabeceó en el segundo palo para marcar el gol rojiblanco.
Con el 1-0, el brasileño se jugó la roja directa por una durísima entrada sobre Rubén Pérez que se quedó en amarilla. Consiguió desquiciar al Betis que ya solo se preocupó por buscar la expulsión del delantero colchonero en lugar de buscar el empate. Trifulcas, escupitajos, rencillas pendientes de los cuartos de final de la Copa... pero Simeone consiguió su victoria número 20 consecutiva en el Calderón. Fortín inexpugnable.
Diego Costa sigue cerrando bocas, entre ellas la mía, de aquellos que no le veíamos como un jugador válido para el Atleti. Sin embargo, pese a sus goles, sigue teniendo pendiente mejorar su caótica cabeza que le impulsa cada día a buscarse alguna expulsión por agredir a algún rival.
Un saludo, ¡diles que se vayan!
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